11.4.16

La última carta.


Esta será la ultima vez que te escriba, esa carta que no recibirás 
como tantas otras que están guardadas en el fondo del cajón, algún 
día acabarán convertidas en cenizas en aquella playa que te hice 
gemir en pleno Agosto como si no existiera nadie más en el mundo.

Estoy a dos tropiezos con la misma piedra, a una docena de medias
sonrisas, y a miles de cervezas en aquel bar donde nadie me conocía,
e iba por si un día cualquiera el reloj decidía pararse y tú entrabas 
por aquella puerta, de distancia de ti.

Me obligaste a creer en las promesas, esas que te había dicho cientos
de veces en la cama que no estaban hechas para mí, que las odiaba.
Me hiciste creer que Madrid era nuestro, pero en ningún momento
fue un nosotros, eras tú la dueña y yo un mero juguete en una gran 
ciudad.

Aquel día cada vez que tu voz pronunciaba cada mentira, sentía en
mi cuerpo todas esas promesas romperse al compás de tu voz, no 
quedaban nada de ellas, estaban rotas, en pedazos tan pequeños
que habían envuelto mi corazón por completo. Cada suspiro sentía 
mi corazón romperse aún más.

Quizá fue mi culpa no haber visto que estaba en el ojo del huracán, 
que tarde o temprano sentiría su fuerza. Si me hubieses avisado
hubiera puesto medios para enfrentarme a él, buscado provisiones, 
para no encontrarme como me encontré, con las manos vacías, 
el corazón al descubierto y sin fuerza en la voz para decir mi verdad. 

A veces creemos tener el amor que nos merecemos, pero solo es
el destino poniéndonos a prueba.

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