20.4.16

Madrid.

Descubrí su magia cada vez que pisaba los andenes de Atocha.
Caminé por sus calles como si tuviese las llaves
de su puerta en mi mano, oía el ruido de cientos
de personas buscando su lugar, en cambio, yo venía
hacerme grande.

Recorrí kilómetros de sus calles sintiendo el calor de
su asfalto un 30 de Julio, que al final acabé amando como
solo puede amar una madre, cerrando los ojos y sintiendo.

Pasee por el Retiro como si no fuese la primera vez que sentía
su libertad. Remé en sus barcas con tanta valentía que quizá
fui pirata en otra época.

Escuché un centenar de voces como si estuvieran pronunciando
mi nombre.

Recorrí Gran Vía sintiendo que cada baldosa estaba puesta para mí,
para que llevará aún más lejos mis sueños.
En Callao sentí que ese no era mi lugar, pero debía de poner un
pie allí.

Llegué al cielo en La Latina, y Madrid me escuchó gemir como jamás
lo había conseguido Almería. Pero de repente, ella me llevó al infierno
como si hubiese sido el culpable de su corazón roto.

Llegué a Madrid siendo alguien, y salí de ella recordando el niño
que fui.


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